Dentro del contexto electoral caótico que vivimos, algunas expresiones de tipo cultural han pasado desapercibidas. Es el caso de la llegada a las librerías de la biografía del escritor neoyorkino Philip Roth titulada Roth desencadenado. Un libro que termina siendo una buena excusa para introducirse en el mundo literario del autor y para ampliar las lecturas entre quienes ya lo tenemos como uno de nuestros favoritos. Escrito por Claudia Roth Pierpont, periodista y gran amiga del escritor, esta obra entremezcla datos biográficos con la creación literaria y da cuenta de anécdotas entrañables con amigos como Primo Levi, Harold Pinter y Mia Farrow, entre otros. Esta biografía novelada es el producto de años de conversación íntima y de entrevistas realizadas por Pierpont a Roth pero, por sobre todo, el resultado de su curiosidad y su admiración por la obra del ganador del Premio Pulitzer y del National Book Award.
Roth es un escritor que tiene mucha llegada en el público lector porque es capaz de describir con agudeza y sarcasmo la neurosis humana. Sus personajes literarios podrían ser el equivalente de los personajes atormentados que Woody Allen crea en el cine; unos y otros están muy familiarizados con el conflicto interno, la sexualidad, los sueños, las relaciones de amor y odio, la vida académica, etc. En El mal de Portnoy, por ejemplo, el protagonista es un paciente irreverente y cuestionador del statu quo que se echa en el diván y asocia libremente frente a un analista «tipicamente silencioso» (esta obra nació directamente de la experiencia de Roth en el diván de su psiquiatra/psicoanalista).
Esta biografía es relevante porque intenta responder a uno de los asuntos que me parecen más enigmáticos e interesantes de la experiencia humana, que es, cómo nace un escritor. Y, específicamente, qué llevó a Roth a convertirse en un novelista si su infancia y juventud fueron «apacibles» como las de tantos chicos provenientes de una familia europea que migró a Estados Unidos escapando de la guerra. Sin embargo, Roth es único porque utiliza esa historia pasada y la transforma en ficciones hilarantes. En uno de los muchos encuentros que tienen y, que Pierpont reproduce en el libro, ésta le pregunta a Roth si él cree que Maggie, su primera esposa, “fue la responsable de liberarlo del papel de buen chico, complaciente y analítico”. De hecho, Roth confiesa que Maggie fue, sin saberlo, quien lo lanzó a la escritura porque la única manera de lidiar con el trauma de su separación, confiesa él, fue escribiendo. Con el tiempo, otras temáticas se sumaron a su repertorio literario como la vida y la tradición judías, la relación con su padre que plasma maravillosamente en Patrimonio, Israel y el conflicto árabe-israelí y, por supuesto, las mujeres que tanto amó. Imposible no sentirse identificado leyendo a Philip Roth.