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Simplemente madres

#183taglio

Hace 15 años atrás me convertí en mamá y todavía no entiendo qué significa eso de ser, en el lenguaje psicoanalítico, una “madre suficientemente buena”. A pesar de su utilidad teórica, esta frase está tan gastada como idealizada. Ha terminado siendo una orden externa que genera culpas más que un bello horizonte al cual apuntar. Por ejemplo, cuando un bebé nace, la lactancia es el termómetro que mide tu capacidad de entrega. Si puedes dar de lactar, aunque pierdas la mitad de la melena en la tarea y te sientas con los blues, eres una excelente madre. Luego vienen los esfínteres. Si tu hijo logra dejar los pañales y puede hacer pis en el bacín a los 2 años exactos, las abuelas te felicitan porque has sabido “educar” a tu hijo a tiempo. Eres una gran mamá! Si al entrar al nido tu hijo no llora desconsoladamente y no se aferra a tus piernas muerto de miedo, entonces eres una madre que ha logrado transmitir seguridad y confianza. Y si además, tu hijo es un niño que le sonríe a los extraños, es señal de que has criado un hijo sociable y eso es índice de tu buena salud mental. Si más adelante tu hijo trae buenas notas a casa y por lo tanto no lo han etiquetado ya de “hiperactivo”, “poco atento” y demás, has pasado la prueba fundamental. Y si tu hijo adolescente lee a Julio Verne en vez de desperdiciar las horas jugando play station, te conviertes en la mamá envidiada que sabe poner límites y que tiene un hijo intelectual. Qué agotador!

¿Por qué la crianza es hoy el escenario donde los padres nos jugamos nuestra reputación, nuestra autoestima y todo nuestro ser a través de los “supuestos logros” y «supuestas fallas» de nuestros hijos? Y al mismo tiempo, ¿cómo no transmitirles involuntariamente a ellos nuestros propios temores, frustraciones e inseguridades? Resulta que el tiempo con los hijos se ha vaciado de placer y está en peligro de extinción. Parece ser que lo único que importa es ejecutar, encajar en el “sistema” y “cumplir” con la tarea. Paradójicamente, en medio de este tinglado desgastante de mandatos internos, nos vamos perdiendo los mejores momentos. Aquellos que están hechos de una sonrisa cómplice, de un abrazo fuerte, de un paseo en bicicleta y de un silencio lleno de palabras. Aprovechemos para retomar la alegría de ser simplemente madres. Madres libres de ideas impuestas que perturban. Felíz día de la Madre!

Jennifer Levy

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